Ahora que inicia la época de calor, es importante saber que al realizar ejercicio intenso o prolongado a altas temperaturas se requiere de reposición de líquidos y electrolitos para evitar la deshidratación y problemas relacionados.
La pérdida de líquidos y electrolitos depende de una serie de factores, como: La intensidad y duración del ejercicio, la temperatura y humedad del ambiente, el tipo de ropa o equipo utilizado. Las características individuales, como el peso corporal, la predisposición genética, la eficiencia metabólica y la tolerancia al calor influencían también la sudoración de cada persona en diversas actividades. Es común que los atletas pierdan entre 1 y 2 litros por hora, pero algunos jugadores de futbol americano (muy grandes y pesados) pueden perder hasta 8 litros en un día.
El ejercicio produce una elevación de la temperatura corporal que en climas fríos se puede disipar fácilmente con mínima sudoración. En climas calientes el cuerpo depende de la sudoración para disminuir la temperatura corporal, esto puede llevar a pérdidas significativas de agua y electrolitos, principalmente sodio y potasio. Aún en climas fríos usar equipo o ropa gruesa e impermeable, puede elevar significativamente la sudoración.
Las Recomendaciones de la American College of Sports Medicine son:
Antes de un ejercicio intenso: Hidratarse al menos unas 4 horas antes o incluso desde un día previo, para tener un buen nivel de hidratación y electrolitos. Tomar líquidos con electrolitos (bebidas deportivas) o comida con algo de sal (sodio) ayuda a retener el líquido y estimular la sed. Al hacerlo con varias horas de anticipación podemos evitar orinar al momento de la competencia. No se recomienda sobrehidratarse ya que esto no produce ninguna ventaja.
Durante el ejercicio: El objetivo de la reposición de líquidos es prevenir la deshidratación, esta se define como una pérdida del peso corporal de más del 2% (1.5 kgs en una persona de 75 kgs.). Para un maratón la recomendación es ingerir entre 400 y 800 ml por hora, dependiendo de la temperatura, el peso del corredor y la velocidad a la que corre. Entre más caliente el día, y más pesado y rápido el corredor, la pérdida de líquidos es mayor. Por ejemplo para un corredor de 70 kgs. corriendo a una velocidad de 10 kms/hora a una temperatura de 18 grados, se recomienda ingerir 800 ml/hr. de una bebida deportiva con 5-8% de carbohidratos (azúcar), 20-30 miliequivalentes de sodio por litro y 3 a 5 Meq de potasio por litro. O tomar agua y obtener los carbohidratos y electrolitos de geles, barras de energía o comida. Se recomienda consumir unos 30-60 gramos de carbohidratos por hora para mantener los niveles de glucosa y la intensidad del ejercicio, esto es entre 500 ml y un litro de alguna bebida deportiva por hora. Una manera de calcular la necesidad de líquidos para cada atleta es utilizar el peso corporal antes y después de cada entrenamiento y así determinar las pérdidas de líquido y poder hacer un plan personalizado de hidratación. Otros métodos más complicados, pero más precisos son medir la densidad de la orina y el contenido de los electrolitos en la misma y en sangre.
Después del ejercicio: El objetivo es reponer por completo el déficit de líquidos y electrolitos, en la mayoría de los casos esto se logra con agua y alimentos con algo de sal. En los casos en que se requiere una rápida rehidratación, se recomienda tomar 1.5 litros por cada kg. de peso perdido en la competencia. Para aquellos casos con perdidas severas, arriba del 7% de peso corporal, o en los casos en los que la deshidratación se presenta con náusea, vómito o diarrea, los líquidos y electrolitos se pueden reponer con sueros en la vena. Utilizar este tipo de sueros no representa ninguna ventaja para el resto de los casos.
Una excesiva hidratación lleva a: Micción frecuente que puede interferir con la actividad deportiva, y en algunos casos a Hiponatremia dilucional (disminución de la concentración de sodio por el exceso de agua).
La falta de hidratación por el contrario produce: Deshidratación, la cual afecta el desempeño deportivo, produce cansancio y calambres musculares, aumenta la carga de trabajo del corazón, aumenta la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y el esfuerzo percibido por el atleta, además puede afectar el desempeño mental y cognitivo.