Son los órganos encargados de la respiración, y oxigenación de los tejidos, se encuentran en el tórax por encima del diafragma que los separa del abdomen. Están rodeados por dos capas muy delgadas de tejido llamado pleura que los protegen y evitan fricción con los tejidos vecinos; y están protegidos por las costillas y el esternón.
El aire exterior llega a los pulmones a través de la boca y la nariz, los cuáles se conectan en la laringe, continúa por la tráquea y luego por los bronquios hasta llegar a los pulmones. Todas estas estructuras, además de llevar el aire a los pulmones y regresarlo al exterior, lo filtran, humedecen y calientan. La respiración se da en forma automática e involuntaria la mayor parte del tiempo y está controlada por el Centro respiratorio que se encuentra en el Bulbo Raquídeo (parte baja del cerebro). Sin embargo la respiración puede ser controlada voluntariamente si así lo deseamos. Regularmente un adulto tiene entre 12 y 20 respiraciones por minuto en reposo, en niños este número es mayor. El ejercicio hace que la frecuencia respiratoria aumente, ya que se requiere más oxígeno para los tejidos (Músculos). Las personas obesas también tienen una frecuencia mayor, ya que requieren más oxígeno por su mayor cantidad de tejido, además en ellos el contenido del abdomen comprime o “apachurra” a los pulmones haciéndolos menos eficientes en su función, por lo que tienen que trabajar más de lo normal.
Los pulmones tienen varias divisiones o lóbulos y cada uno de ellos tiene un bronquio principal, que se ramifica como un árbol y finalmente lleva el aire a unas pequeñas estructuras llamadas alvéolos, donde se produce el intercambio de oxígeno (O2) por bióxido de carbono (CO2), “oxigenando o purificando” la sangre. Este último es una substancia de desecho que se produce por la actividad de las células de todo el cuerpo. La sangre, como mencionamos en un Boletín previo llega a los pulmones desde el lado derecho del corazón y una vez oxigenada, regresa al lado izquierdo del corazón para de ahí ser transportada al resto del cuerpo y oxigenarlo.
ENFERMEDADES COMUNES:
Las enfermedades más comunes que afectan los pulmones son la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y el Enfisema, estas son producidas principalmente por el uso del tabaco; el cuál destruye progresivamente el tejido pulmonar, limitando su capacidad de obtener el oxígeno indispensable para la vida, de tal manera que muchas personas con estos problemas tienen dificultad para respirar, sensación de que se ahogan, y no pueden realizar actividades físicas intensas, o en los casos más severos ni siquiera caminar o comer y requieren de oxígeno a través de unas mascarillas especiales. El uso del tabaco y los miles de substancias químicas dañinas que el humo del cigarro contiene también se han relacionado con la mayoría de las formas de cáncer del sistema respiratorio, desde el cáncer de la boca, lengua, faringe, laringe y el de los pulmones; además de cáncer en muchos otros sitios como el esófago, estómago, vejiga, etc. POR LO TANTO ES INDISPENSABLE DEJAR DE FUMAR, Y EVITAR EL HUMO QUE LOS FUMADORES PRODUCEN, ya que aún si no fumamos, pero aspiramos el humo del tabaco sufrimos los efectos dañinos casi con la misma intensidad.
Otras enfermedades comunes son las infecciones, como las Neumonías, las Bronquitis, y otras menos comunes como la Tuberculosis y las producidas por hongos. Otras como el Asma se deben a un “cierre” o espasmo de las vías aéreas que produce atrapamiento del aire, dificultad para respirar y su origen es de tipo alérgico o inmunológico.
Otras más se relacionan a aspirar substancias tóxicas en forma crónica, lo cual sucede con frecuencia en mineros o personas que trabajan con asbesto.
La manera más sencilla de cuidar sus pulmones es NO FUMAR Y NO ASPIRAR EL HUMO PRODUCIDO POR FUMADORES.